Ingobernable no porque todo el mundo pueda lanzar sus cursos de calidad a la red sino ingobernable porque este fenómeno crece a la par que crecen las reflexiones acerca del mismo. Los expertos y los conocedores sobre la materia descubren sorprendidos cada semana una nueva deriva posible y factible que los cursos online masivos puede tomar.

Es por este motivo que en ocasiones hacen falta altos en el camino para observar el pasado y vislumbrar un poco el futuro. Así, Wall Street Journal ha llevado a cabo recientemente una serie de entrevistas a expertos de la educación y la red, que tienen como objetivo establecer las virtudes y los inconvenientes de los MOOC. Vemos seguidamente algunas de las opiniones.

Lee Newman, decano de Social & Behavioral Sciences en la IE University, considera que es necesario generar un modelo de negocio sostenible alrededor de esta nueva tendencia educativa que evite lo sucedido en el mundo de las punto com.

Por su parte Gianpiero Petriglieri, profesor de Comportamiento organizativo en INSEAD, cree los MOOC deben absorver aquellos elementos positivos de la enseñanza tradicional para de ese modo generar un nuevo y mejorado sistema educativo del futuro.

La profesora del Ernest L. Arbuckle en Harvard Business School, Rosabeth Moss Kanter, se plantea si los MOOC podrán adoptar la situación universitaria actual donde los grandes centros de poder se combinan con las pequeñas instituciones. Ciertamente, puede resultar que un mismo centro, con gran capacidad para expandirse gracias a la red, dicte su visión del mundo.

Otros expertos como Jon Erickson, Kenneth Freeman o Robert Howell también han aportado su visión que entronca con lo dicho hasta el momento.

Seguramente lo único que podemos decir con seguridad es que actualmente lo que suceda en cinco años es complicado de adivinar.

Es el caso de los MOOC -en su siglas traducidas cursos online abiertos y masivos-. La palabra que describe los cada vez más en boga cursos telemáticos, ha sido incluida por el diccionario y definida como un curso disponible a través de la red sin  cargo, y útil para grandes cantidades de individuos. Añade la definición que los MOOC tienen una edad aproximada de 18 meses -suponemos que se refiere al momento en que los cursos fueron plenamente usados-  y que su origen debe encontrarse en instituciones de educación superior americanas.

Seguramente lo más interesante no es el grado de corrección de la definición que hemos mostrado o la veracidad de la genesis de estos cursos online. Probablmente, lo más interesante es que en pocos años los MOOCs se han convertido en una realidad que el mismo diccionario de Oxford ha tenido que asumir y por lo tanto se han convertido en algo serio y rigurosos.

En paralelo, todo apunta a que MySpace, a la que en 2006 Fortune Magazine glosaba en portada, va de capa caída, quizá camino de la irrelevancia. Nada nuevo, por otra parte. Lo mismo le pasó a Second Life, de la que hoy apenas se oye hablar. Y antes de ello a AOL, que en 2000 dio una de las últimas campanadas de las punto.com comprando Time Warner.

¿Pasará lo mismo con Facebook? Hay quien piensa que sí:

“It’s not that MySpace lost and Facebook won. It’s that MySpace won first, and Facebook won next. They’ll go down in the same order“.

Pudiera ser. Brian Arthur, uno de los teóricos de las economías de retornos crecientes, demostró hace tiempo que éstas tienden a crear monopolios, pero que es en la práctica imposible predecir el ganador entre competidores. No seré yo quien se atreva pues a apostar por  ninguno de los escenarios obvios:

• Facebook se consolida (à lo Microsoft) como una empresa dominante en la red.
• Aparece un nuevo competidor que relega a Facebook a un segundo plano.

Pero confesaré que no me disgustaría un escenario en que Facebook fuera desplazado por una red verdaderamente social (à la Wikipedia). Porque, en empresas free como Facebook, los usuarios no son clientes, sino audiencia: el producto que se vende a los anunciantes.

En este sentido, Dana Boyd argumentaba no hace mucho que Facebook debería ser regulada como una utility. Viendo la complejidad de la regulación de las operadoras de telecomunicaciones, por ejemplo, creo que difícilmente esa sería la solución. Pero se pueden imaginar otras alternativas.

Para registrar el contenido de un domicilio, de un ordenador privado, de una conversación telefónica o de una comunicación postal, las Administraciones necesitan una autorización judicial. Sin embargo, no es evidente que tengan restricciones equivalentes al respecto de la información que los usuarios hayan traspasado desde sus ordenadores personales hacia “la nube”. En los EEUU en particular, la legislación vigente acerca de la privacidad de las comunicaciones electrónicas data de 1986, antes de la introducción de Internet, el correo electrónico, los chats y las redes sociales.

La propuesta está respaldada por entidades que defienden el derecho constitucional de los ciudadanos “a sentirse seguros en sus personas, casas, documentos y efectos ante registros y embargos no razonables, a menos que haya una causa probable”.

La cuestión que se plantea, obviamente, es cómo asegurar que los ciudadanos se sientan por lo menos igual de seguros cuando confían sus documentos e informaciones a proveedores de servicios en “la nube”. En una jornada reciente organizada por la FTC, el organismo federal de protección al consumidor, Pamela Jones Harbour calificó de “irresponsables” prácticas recientes de Google y de Facebook en relación a la privacidad de sus usuarios, manifestando que:

“No se debiera confiar en que algoritmos informáticos interpreten las expectativas de privacidad de los consumidores [...] Estas expectativas y las normas asociadas no cambian y no pueden simplemente descartarse cada vez que una empresa quiere competir en un nuevo mercado”.

En otras palabras: hay principios sociales establecidos que no debieran ser objeto de las prácticas de destrucción creativa que algunas empresas de Internet gustan de aplicar en sus estrategias de negocio. No es un espacio para tácticas de prueba y error, de lanzar globos sondas y retirarse si se genera demasiado ruido. Como expresaba vívidamente Mrs. Jones Harbur, es lícito hacer versiones beta del software, pero no de la privacidad.

¿Comentarios?

Una red social es un sistema complejo en la que muchos individuos interaccionan, y en el ámbito que nos interesa de los Social Media esa interacción se resume al intercambio de mensajes.  La física desde finales del siglo XVIII se inventó la Temperatura para resumir en un solo número el estado de agitación de la materia, un sistema complejo compuesto de cantidades enormes de partículas que interaccionan y que pueden estar agitadas internamente o en su relación con las otras.  Las redes sociales que pueblan Internet no están compuestas por tantos individuos como moléculas forman un vaso de agua, pero así y todo las cantidades del orden de las decenas de miles ya son suficientemente grandes como para que tenga sentido preguntarse por magnitudes que puedan resumir de un modo simple tanta complejidad individual.  La Temperatura también sirve como parámetro de orden en la descripción del estado de la materia y permite explicar con un solo número el estado de independencia que tiene los componentes del material. Por ejemplo, si se encuentran en estado sólido, líquido o gaseoso.

En trabajo que se realizó en esta Cátedra, Phase Transition and Hysteresis in an Ensemble of Stochastic Spiking Neurons, se demostró que se podía definir de un modo sencillo un parámetro de orden para una población de unidades que interaccionaban exclusivamente mediante intercambio de mensajes. Eran modelos teóricos de poblaciones con un número de individuos del orden de las decenas de miles y el cambio de fase correspondía al paso de una situación en la que los miembros de la población tenían una actividad “independiente” a otra en la que enviaban mensajes cuando el resto de la población les inducía a ello.  Ya entonces se planteó la pregunta: ¿es posible definir un parámetro de orden para explicar de un modo sencillo el estado de “colectividad” de una red social a partir de la medida de flujo de mensajes que intercambian?  Ese parámetro de orden sería similar a la temperatura y serviría para describir de un modo simple el estado de una red social y predecir lo que puede pasar en su interacción con otras más o menos “calientes”. Puede ser interesante describir si en una red lo que va  a decir un individuo (en una descripción global de la actividad) está determinado o no por lo que dicen el resto de los miembros de la red. La pregunta no se pudo contestar entonces (Dynamics of message Interchange between stochastic Units in the contexts of human communication behaviour and spiking neurons)  pero es un reto que queda pendiente.