Contrapuntos (saludables, o quizá no) a los tecno-utópicos

Me confieso seguidor de las viñetas de El Roto en El País: Lúcidas, contraculturales, libertarias. En su (recomendable) librillo “Viñetas para un crisis”, expresa así lo que le motiva para su contribución diaria:

Aunque la luz radioctiva de los paneles de la Bolsa, el brillo irritante de las pantallas del ordenador o el parpadeo luminoso de los móviles de última generación nos hayan cegado parcialmente, puede que aún nos quede en las retinas sensibilidad suficiente para poder observar unas imágenes que, reforzadas por la tinta negra del rotulador, provoquen en nuestras mentes las respuestas necesarias …“.

Creo poder asegurar con total confianza que El Roto no milita en las filas de los tecno-utópicos. Viñetas como las que reproduzco (sin pedir permiso) sugieren más bien que intuye que esa Red a la que tantas posibilidades vemos es también algo en lo que podemos quedarnos atrapados. Con consecuencias no deseadas acerca de las cuales poco se habla y menos se actúa. Admirando la perspicacia del personaje, creo que lo sensato es tomar a El Roto en cuenta antes de darle o quitarle razón. Al fin y al cabo, Langdon Winner lo avisó antes de Internet:

En el terreno técnico nos involucramos en diversos contratos sociales, las condiciones de los cuales se revelan sólo después de haberlos firmado”.

Internet y los social media son todavía demasiado recientes para que estas condiciones se revelen en toda su magnitud. Pero empezamos a ver algunas de ellas; alrededor de la cuestión de la privacidad, por ejemplo. Tema para una próxima entrada.

Puestos a escribir sobre tecno-escépticos, no resisto la tentación de transcribir un fragmento del artículo sobre J. Franzen, el aclamado autor del best-seller Libertad, en El País de ayer:

Teniendo en cuenta ese universo de enlaces de Twitter, herramienta sobrevalorada, que apuntan a textos que nadie ha leído ni piensa leer [...]; teniendo en cuenta el océano de información defectuosa [...] y que la crítica de los productos culturales ha muerto a manos de las reseñas de los consumidores, de las cuales un tercio o más son inventadas, me resulta imposible no colocarme en el coro de los críticos de Internet y de las redes sociales por su trivialidad, inexactitud y su estúpida retórica del progreso que acabará por hacer de este mundo un lugar maravilloso”.

Descubro escribiendo ésto que la versión en la edición digital de El País es distinta, aunque en la misma línea:

“Los apóstoles de la tecnología me han hecho sentir que o estás con ellos o estás contra ellos. Los adictos a Twitter me la tienen jurada porque opino que es una herramienta sobrevalorada.  [...] Me enorgullezco de ser blanco de las críticas de esa tribu, incluso aunque paso horas en la Red”.

Es casi la hora de comer. Pero me quedan todavía unos minutos para echar un vistazo al Twitter. Nos vemos allí.

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